Una divertida puesta en escena de Henrietta Swan Leavitt, la astrónoma estadounidense que estudió las estrellas en una época en que las mujeres ni tan siquiera pudieron matricularse en la universidad y mucho menos dedicarse a algo que no fuera ser maestra, costurera, criada o cuidar de su hogar.

Sin embargo, Edward Charles Pickering, un profesor de física del Massachusetts Institute of Technology (MIT) que adoraba cualquier experimento que conllevara un proceso de medida, director del Observatorio de Harvard, realmente pasó a la historia por contratar a mujeres. ¿Por qué contrató Pickering a mujeres? Se trataba de una cuestión de pura rentabilidad empresarial: las mujeres resultaron ser extraordinarias realizando este tipo de trabajo. Eran sistemáticas, meticulosas, muy habilidosas clasificando estrellas, contaban con una gran capacidad de concentración y, además, cobraban mucho menos que un hombre por el mismo puesto (en esto tampoco se ha evolucionado mucho). Al igual que de una computadora, no se pedía más de esas mujeres que la mera compilación de medidas y datos. No se pretendía de ellas la más mínima interpretación de los números que, día tras día, iban llenando sus cuadernos: columnas y columnas de datos estelares que iban conformando un nueva visión del universo.

Encontraréis el video en:

http://henrietta.iaa.es/c%C3%B3mo-comenc%C3%A9-con-el-diario

Comenta hoy Xavier Ferràs en su blog Innovación 6.0 que la crisis actual es un lamentable fallo social, una crisis organizativa. Una dislocación en el modo de relacionarnos. Una crisis de impotencia política. Una enorme y aterradora crisis de management.

No hay líderes, visión. Hay una élite extractiva, como la califica César Molinas en su libro «Qué hacer con España». Una élite extractiva se caracteriza por:

«Tener un sistema de captura de rentas que permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la población en beneficio propio».

«Tener el poder suficiente para impedir un sistema institucional inclusivo, es decir, un sistema que distribuya el poder político y económico de manera amplia, que respete el Estado de derecho y las reglas del mercado libre. Dicho de otro modo, tener el poder suficiente para condicionar el funcionamiento de una sociedad abierta -en el sentido de Popper- u optimista -en el sentido de Deutsch».

«Abominar la ‘destrucción creativa’, que caracteriza al capitalismo más dinámico. En palabras de Schumpeter «la destrucción creativa es la revolución incesante de la estructura económica desde dentro, continuamente destruyendo lo antiguo y creando lo nuevo».  Este proceso de destrucción creativa es el rasgo esencial del capitalismo.”Una élite extractiva abomina, además, cualquier proceso innovador lo suficientemente amplio como para acabar creando nuevos núcleos de poder económico, social o político».

No es de extrañar, pues, que no avancemos en la economía del conocimiento ni funcione la economía exponencial que, teóricamente, puede ofrecer al ser humano conectividad, educación e información infinita, medicina personalizada, salud permanente e energía inacabable. Prácticamente, puede resolver gran parte de los problemas del ser humano.

Antes, sin embargo, tenemos que salir de esa crisis social y de liderazgo.

El siglo XX fue el siglo de las grandes visiones, el XXI el de la incertidumbre, el siglo que nos impulsa a  investigar sobre el porvenir y tratar de influir sobre él. Pasamos de una era de certezas a otra de probabilidades. No existe el futuro, sino muchos futuros.

Actualmente, la crisis política, económica y social coincide con la crisis sobre el futuro y su indescifrabilidad. Estamos en una era de transición de un sistema económico y político a otro, donde la incertidumbre provoca miopía en la búsqueda de soluciones de la crisis. Esta miopía se hace evidente incluso en la amnesia sobre nuestro pasado reciente y en la incapacidad de encarrilarnos hacia un futuro posible y deseable.

Escribía el economista Jeffrey Sachs:” EEUU y Europa necesitan una estrategia de crecimiento a largo plazo y no un nuevo estímulo de corto plazo al crecimiento. Para ello habría que dirigir las nuevas tecnologías –de la información, la comunicación, el transporte, los nuevos materiales y la genómica- hacia la resolución de los problemas de falta de sostenibilidad y calidad de vida a los que se enfrentan nuestras sociedades. El crecimiento a largo plazo (y la calidad de vida) podrían alcanzarse a través de nuevas inversiones que avancen hacia una economía baja en carbono, baja en contaminación y alta en prestaciones sociales y mediambientales.”  En resumen, un nuevo avance en la ciencia con consecuencias económicas tan profundas que podrían desencadenar una nueva revolución industrial que transformaría nuestras vidas, como califica estas medidas Carlos Mulas, profesor de Economía en la Universidad Complutense.

Pero para empezar a caminar tendríamos que pasar de las visiones cortoplacistas a elegir el camino hacia dónde se quiere ir y emprender actuaciones con reformas coherentes que permitan optimizar recursos. La ciencia, entonces, será decisiva en la creación del conocimiento y participará en una economía avanzada que cristalizará en un nuevo modelo económico apuntado por Jeffrey Sachs. Una de las herramientas para llegar a ello puede ser la Estrategia 2020 y sus 17 sectores de crecimiento futuro.

Es, en efecto, en la ciencia donde encontraremos el camino a recorrer, porque sin ella ningún análisis del mundo tiene sentido. Sirva como ejemplo el hecho de que la idea de los derechos humanos pudo afianzarse gracias a que la ciencia había socavado el argumento de autoridad. En estos momentos en que parecemos acercarnos al clímax de una crisis histórica puede ser una cuestión de supervivencia buscar la solución en la ciencia, saber aplicarla con madurez y abrirla a otros ámbitos como el mundo del arte y del pensamiento humanista.

Los grandes avances científicos, muchos de ellos con decisivas consecuencias económicas, se han producido en épocas de crisis. Sin embargo, para ello necesitamos de un suelo abonado, una mayor financiación empresarial de la I+D y ecosistemas innovadores, como los clusters, para generar más riqueza. Hace falta reformas en las políticas, transformar nuestra manera de producir y consumir bienes y servicios para generar un modelo donde las nuevas empresas y los nuevos empleos sean sostenibles por décadas y la calidad de vida experimente un salto positivo sustancial.

Por el momento, sin embargo, se pierden en el camino ecosistemas innovadores que podrían hacer de puente en la transición actual. Como apuntaba Xavier Ferràs, Director del Centro de Innovación Empresarial de ACC1Ó, “en España, el incipiente ecosistema innovador, más parecido a un seco bosque mediterráneo que a la selva tropical, va a morir” y con él un sector estratégico para la competitividad del país y dos décadas de trabajo.

Para diseñar una estrategia de futuro, quizás deberíamos empezar a cambiar de pregunta y no solamente de respuesta. Dejar de buscar respuestas a cómo salvar el sistema y pasar a preguntarnos sobre cómo avanzar en la incertidumbre para  transformar nuestra manera de producir y consumir. Como decía Jorge Wagensberg: “cambiar de respuesta es evolución; cambiar de pregunta es revolución”.

Dice la definición sobre Igualdad de oportunidades para mujeres y hombres que “indica la ausencia de barreras en la participación económica, política y social por motivos de sexo. Estas barreras son a menudo indirectas, difíciles de distinguir y provocadas por fenómenos estructurales y representaciones sociales que han demostrado ser especialmente resistentes a los cambios.”

Desde hace varios años Europa y Estados Unidos han desarrollado iniciativas dirigidas a promover la igualdad de género en la investigación. Inicialmente se puso énfasis en programas específicos orientados a ayudar a las mujeres a continuar su carrera científica. Sin embargo, se ha evidenciado que dichos programas son insuficientes para incrementar el número de mujeres en la ciencia, especialmente en puestos de responsabilidad, por lo que se ha empezado a  abordar una transformación estructural de instituciones, empleando un enfoque sistémico, global y sostenible.

En España se publicó en el último trimestre de 2011 dos informes, que pretenden poner de manifiesto que un sistema productivo ambicioso y competitivo no puede prescindir de la mitad del talento que tenemos en nuestro país. Se trata del “Libro Blanco: Situación de las Mujeres en la Ciencia Española” y de “Científicas (en España) en cifras 2011”, ambas elaboradas por la Unidad de Mujeres y Ciencia, dependiente del Ministerio de Economía y Competitividad. En ellos se revela que en los escalones más altos de la carrera científica y empresarial, el número de mujeres está prácticamente estancado y no refleja en absoluto la nómina disponible de mujeres preparadas. “Hay menos mujeres en los cargos de alta responsabilidad (sólo un 10%) porque es un trabajo durísimo que exige dedicación completa y donde la conciliación familiar es difícil, sobre todo en España”, opina Aurora Pujol, jefe del grupo de Enfermedades Neurometabólicas del IDIBELL, el centro de investigación del espacio Biopol’H. “En otros países, sobre todo, los países nórdicos y Alemania, el porcentaje es más alto, porque la conciliación familiar y la igualdad de las mujeres son intrínsecas de estas sociedades”.

Según los datos recopilados, los hijos parecen ser claramente un obstáculo a la carrera académica de las mujeres, mientras que este conflicto no se produce de ninguna manera en los hombres para quienes la tenencia de hijos incluso la favorece. “No es fácil ser madre y no frenar el ritmo de trabajo. La época de la maternidad te puede hacer perder el tren del liderazgo en tu carrera profesional”, opina Conxi Lázaro, jefe de la Unidad de Diagnóstico Molecular del Programa de Cáncer Hereditario del Instituto Catalán de Oncología (ICO), otra de las entidades del espacio Biopol’H. “A ello se añade la falta de ayudas institucionales y estatales que apoyen a las mujeres investigadoras en esta etapa de la vida”.

Otro aspecto que llama la atención son las diferencias por género en la participación en programas de becas pre y postdoctorales. Las mujeres disfrutan del 50% de las becas pre doctorales, pero el éxito en las concesiones ha sido mayor en los últimos años para los varones que para las mujeres. En las becas postdoctorales la presencia relativa de mujeres en estos programas, así como el éxito en las concesiones es menor  para mujeres que para hombres.

Si medimos la productividad científica, las mujeres publican menos que los hombres en términos de artículos y dirigen menos tesis y tesinas. “El área en el que nos movemos es extremadamente competitiva. Es una guerra y creo que las mujeres no están dispuestas a pagar según qué precio”, opina Margarita García, Responsable de la Unidad de Investigación Clínica del ICO.

En el Libro Blanco, los datos analizados y explotados permiten dar cuenta de ciertos hechos, pero en la mayoría de los casos no permiten concluir de modo explícito cuáles son las causas que determinan las diferencias por género encontradas.

Las opiniones expresadas por las científicas de Biopol’H, como la de Soledad Alcántara, investigadora principal del Grupo de Desarrollo Neuronal del Campus de Bellvitge de la UB, nos pueden dar pistas de algunas causas: “Muchas actitudes, a priori positivas, son consideradas negativas cuando las exhibe el género femenino, como por ejemplo tener las ideas claras y fijarse un objetivo”.

En España se ha avanzado mucho en cuanto a políticas de género en investigación gracias a iniciativas en todos los ámbitos. En el marco de la Red de parques científicos y tecnológicos de Catalunya, de la que Biopol’H es miembro activo, se llevó a cabo durante 2 años el proyecto Fem Talent de gestión del talento femenino e igualdad de oportunidades. Esperemos que estas iniciativas como otras similares tengan su continuidad en la sociedad para que se cumpla el objetivo planteado en Europa: que en 2030 la mitad de los científicos y los responsables de la política científica, en todos los campos y en todos los niveles, sean mujeres.

Vaticina una leyenda maya que el 12-12-12 será el fin del mundo.  En todo caso, con una recesión económica y una  grave crisis financiera y social, los riesgos no escasearán.

Hace sólo 10 años entraba en circulación con euforia el euro, moneda soñada en París, concebida en Bruselas y acuñada en Frankfurt. Hoy, en 2012, todo son dudas y escepticismo entorno a la moneda única y a una Europa que prometía erigirse en el s.XXI en potencia económica y fuerza tractora de la innovación.

Y hace ahora 200 años que cristalizó en la España contemporánea el primer esfuerzo democrático, plasmado en la Constitución gaditana. Fue una época en la que se consideraba que “gobernar es prever”, como escribía el periodista francés del s. XIX, Émile Girardin.

¿Hemos perdido hoy la perspectiva, la capacidad de previsión?

Lo cierto es que ante esta crisis estructural, que remueve los fundamentos de la democracia, hay que aplicar soluciones distintas. Hace falta desaprender patrones mentales obsoletos. El primer patrón a olvidar es el de pretender más recursos. Hay que buscar mejorar y superar los modelos de gestión caducos cambiando la forma de hacer y aprovechando los recursos existentes. Por lo tanto, sobre todo necesitamos innovadores cuyo ADN, descodificado por dos profesores de Harvard, consiste en lo que denominan pensamiento asociativo. Eso significa que los buenos innovadores asocian ideas aparentemente inconexas. Hoy ya no vale pensar y hacer mejor, ni más, ni más rápido, sino diferente.

Necesitamos educar a nuestros niños y jóvenes para que utilicen su imaginación y sean capaces de concebir soluciones nuevas para los viejos problemas. Y, como afirma María Novo, Catedrática UNESCO de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible, es muy importante fomentar la resiliencia, esa capacidad de utilizar a nuestro favor circunstancias que nos vienen en contra, convirtiendo los retos en oportunidades.”

Los gobiernos deberán preocuparse por incentivar la innovación, el conocimiento, la internacionalización y la sostenibilidad, pero no deben ser los abanderados en descubrir las oportunidades empresariales y los sectores en los que invertir; de eso, deben encargarse los emprendedores, amparados y apoyados por modelos como los parques científicos y los cluster. Modelos, que se erigen en los verdaderos actores para la transferencia del conocimiento entre la academia y el mercado.

¿Pero, cómo podemos romper la compartimentación entre sectores económicos y la distancia galáctica entre universidad y empresas? Sirvan de ejemplo dos casos de éxito que se cuentan entre las ocho mejores ideas innovadoras del mundo.

Uno de ellos es Singapur, que invierte en capital humano, en la educación de sus habitantes como estrategia de futuro. Si en 1960 tenían una renta per cápita similar a la de Jamaica, hoy prácticamente la han multiplicado por diez. Si Jamaica centraba sus esfuerzos en el turismo, Singapur se convertía en un núcleo de investigación y negocios. El sistema educativo público allí es fuerte y aplica principios meritocráticos que consisten en identificar y apoyar a jóvenes talentos para futuros puestos de liderazgo. En los 60 Singapur atrajo capital extranjero para la industria para crear puestos de trabajo. Dado que se seguía invirtiendo en la educación de su capital humano, durante los años 70 el país empezaba a atraer industrias de valor añadido, como las petroquímicas, electrónicas y de almacenamiento de datos. Hoy son líderes en la industria del conocimiento, incluyendo las ciencias biomédicas.  Durante la pasada década, el número de científicos del territorio pasaba de 14,500 a 26,600.  La calidad de su enseñanza en matemáticas y ciencia es reconocida como la mayor del mundo según el último informe global de competitividad del Foro Económico Mundial.

Otro ejemplo es el Reino Unido, cuyas universidades están entre la élite mundial en investigación científica. Para reforzar esta posición aventajada, el gobierno británico ha invertido en tres consejos de investigación de ingeniería y ciencias físicas. Su objetivo es activar la colaboración entre investigadores e  industria para innovar especialmente en medicina regenerativa y tecnología médica. En 2009 constituyó el Fondo de Inversión en Innovación para apoyar empresas de base tecnológica, sobre todo en los campos de tecnología limpia y ciencias de la vida y la salud. El gobierno espera atraer capital del sector privado y crear, en un futuro, el fondo de tecnología más grande de Europa. 

Para volver a crecer pese al espectro de la distropía (lugar lleno de dificultades y sin esperanza)  y de los recortes hacen falta remedios diferentes. En los próximos meses, sin embargo, más vale hacer caso a Bette Davis, quien avisó en Eva al desnudo: “Abróchense los cinturones, este año va a ser movidito”.

Dícese de la resiliencia que es esa capacidad de utilizar a nuestro favor circunstancias que nos vienen en contra, convirtiendo los retos en oportunidades.

Islandia se ha convertido en un verdadero ejemplo de resiliencia. Sus ciudadanos se movilizaron en 2008 contra un gobierno corrupto y parásito. Se empezó a redactar una nueva Constitución hecha por ellos y para ellos. Y hoy, gracias a la movilización, será el país más próspero de un occidente sometido a una tenaz crisis de la deuda. Gracias a la fuerza de toda una nación lograron convertir la crisis en oportunidad.

La historia de Islandia es una de las más buenas noticias de los tiempos que corren. Sobre todo después de saber que según las previsiones de la Comisión Europea, este país del norte atlántico, cerrará el 2011 con un crecimiento del 2,1% y que en 2012, este crecimiento será del 1,5%, una cifra que supera el triple que la de los países de la zona euro. Más info

 

Sólo un apunte sobre un tema en el que vale la pena profundizar: la innovación frugal. Para ello hay que empezar a romper todas las reglas, como titula The Economist. Una de las características de la innovación frugal es incluir el “coste” en la ciencia y en la innovación, lo que puede causar grandes cambios en el resto del mundo. Aquí un enlace donde se habla un poco más de este tipo de innovación, conocido y aplicado en el emprendimiento social.

Despidámonos del genio solitario. Edison no fue ni de lejos la única cabeza que ideó la bombilla,  el fonógrafo y los más de mil inventos que patentó. La bombilla, símbolo de la innovación, nace de la colaboración y en el marco de la interacción.

El modelo newtoniano del universo nos dejó como herencia una percepción fragmentada de la realidad. El modelo de la física cuántica, por el contrario, hace énfasis en la visión de un mundo  complejo, con conexiones  de diferentes tipos que se alternan o se trasladan o se combinan y determinan la estructura del todo, tal como lo expuso Heisenberg, autor del teorema  de la incertidumbre.

Para cohesionar y afrontar esta realidad compleja e inestable necesitamos una mirada holística y relacional, que no malgaste la energía y el tiempo en fabricar muros, sino que la canalice hacia la construcción de puentes. En un mundo turbulento como hoy, cuando se cumplen 50 años de la construcción del muro de Berlín, necesitamos  superar tendencias excluyentes y separatistas, necesitamos parar de describir tareas para facilitar procesos.

En este contexto cambiante y altamente competitivo, la innovación abarca todos los campos, desde las ideas, a los servicios y la gestión. Si, además, tenemos en cuenta que la innovación exitosa se basa en un 30% en el “qué” (visión) y en un 70% en el “cómo” (valores), se impone el liderazgo basado en valores, que hace referencia al necesario manejo de los aspectos humanos.

Poder competir en un entorno complejo, aunar voluntades y gestionar la incertidumbre  requiere de un nuevo liderazgo estratégico, responsable y facilitador, basado en un diálogo sobre valores para entender y aplicar conocimientos y generar confianza para introducir cambios.

El papel del nuevo liderazgo radica en propiciar un clima que aliente la diversidad y promueva la sinergia, en el que el desacuerdo no sea sinónimo de deslealtad, en el que se revisan y cuestionan permanentemente los paradigmas, con la certeza de que son  las personas que determinan la capacidad de la organización para enfrentarse al futuro.

Estamos hablando de una nueva tendencia en un mundo cuántico alejado del equilibrio, en el que se combina el orden y el caos, en el que coexisten la inestabilidad, la tensión, el conflicto y el riesgo con el aprendizaje continuo, por medio del cual pueden crearse y descubrirse futuros no conocidos.

 

Compartir es la clave de la nueva sociedad de conocimiento. En el Forum Fem.talent, que se celebró el pasado viernes, 2 de diciembre en Barcelona y donde se puso de relieve el papel de la mujer en la transformación de este sociedad, que está viviendo ya actualmente una revolución. Como dijo la rectora de la Universidad Ramon Llull, Esther Giménez-Salinas , cuando estás en medio de la revolución no eres consciente de ello. A posteriori, cuando ya se tiene una perspectiva de lo acontecido, es cuando se puede evaluar los cambios revolucionarios. Durante el foro también se suscitó la necesidad de transformar la sociedad para que, tanto hombres como mujeres, compitan menos y colaboren más, para que se crean más redesv y se eliminen más eslabones perdidos.

Como mi último editorial de Biopol’h, así como muchos otros, enlaza con el concepto de colaborar y compartir lo publico a continuación:

“Pensad como personas de acción, actuad como personas pensantes”. Fue Thomas Mann quien pronunció esta frase, que muy bien se podría haber aplicado a la edición de Bioàgora 2011.

Crear, compartir y aplicar el conocimiento ha sido este año el leitmotiv de Bioàgora, el mismo que se recoge en el libro de Thomas Davenport y Laurence Prusak sobre la gestión del conocimiento y la necesidad de las empresas de compartirlo y aplicarlo a escala mundial, titulado “Conocimiento en acción”.

En un mundo globalizado ya no sirven las herramientas y soluciones de antaño, ya no podemos aplicar los patrones mentales que teníamos hasta ahora. Ya no vale el “hacer por hacer, sino el hacer para transformar, transformarnos nosotros, nuestro entorno inmediato (grupo) o el entorno más general (sistema)”, como decía Pere Monràs, vicepresidente de la Fundación Cercle per al Coneixement.

Es el momento de transformar el conocimiento en pensamiento, y el pensamiento en riqueza a través de la acción y la interacción. Es el momento de un cambio de actitud en las personas, organizaciones y gobiernos. Es el momento de crear una red de profesionales y empresas para que se añada valor a la economía y a la sociedad mediante la creatividad y el hecho de compartir.

Compartir es un verbo de acción que está codificado en nuestro genoma humano. Decía el neurólogo, José López Barneo, ponente de las jornadas, que nuestro sistema nervioso nació para movernos. Una neurona no es una simple célula orgánica, sino un procesador biológico eléctricamente excitable y muy poderoso. Una neurona, al compartir señales químicas con las que la rodean es capaz de integrarse en redes más significativas que la mantienen viva y activa. Estos grupos de neuronas forman redes ampliamente interconectadas. Es decir, nuestro cerebro fomenta la idea de compartir por su propia naturaleza.

Según Isaac Mao, el autor de un nuevo concepto llamado “sharisme” (compartición), nos enfrentamos a un cambio de actitud en las personas, en las organizaciones y en los gobiernos, una reorientación de los valores que transformarán nuestra sociedad en un cerebro social superinteligente, un híbrido interconectado de personas y redes sociales.

El cambio basado en el conocimiento y la innovación está en la base de la historia de la Humanidad. En estos momentos de crisis sistémica, la especie humana se someterá a un cuestionamiento general del que surgirán nuevas formas de entender, conocer y organizar, según el antropólogo Eudald Carbonell, que compartió en Bioágora con López Barneo el diálogo sobre el pensamiento crítico. Carbonell incluso llegó a predecir que esta crisis sistémica incidirá en la estructura fisiológica del ser humano.

En resumen, como decía Pere Monràs, en la sociedad del conocimiento, en los tiempos de cambio e incertidumbre, la cuestión es compartir para transformar.

Cataluña es la segunda comunidad española por lo que se refiere a producción de publicaciones científicas. España, por su parte se sitúa en octava posición. En cambio, ocupa el puesto número 35 en competitividad y, entre los 14 países que estudia la Unión Europea, ocupa el lugar número 12 en nivel de cooperación para la innovación.

La cooperación, la competencia, el talento y la confianza son variables que condicionan la innovación. Estas piezas se convierten en claves irrenunciables para el cambio de modelo productivo. Sin embargo, ello solamente se podrá logar si ponemos especial énfasis en fomentar la confianza en la empresa y en desarrollar la especialización de las organizaciones, clústers y parques científicos y tecnológicos para que cada uno pueda competir con una apuesta diferenciadora.

La cooperación es la antítesis de la competición; no obstante, la necesidad o deseo de competir con otros es un impulso muy común, que motiva en muchas ocasiones a los individuos a organizarse y cooperar para poder formar un conjunto más fuerte y competitivo.

Parece haber consenso en la necesidad de cooperar, porque se entiende que la confianza que se genera con las alianzas, además de ser una posibilidad de encuentro entre pares, se transforma en una llave de acceso a los recursos.

Se empieza a estar de acuerdo, también, en que es necesario pasar de un sistema de relaciones basado en la transferencia de conocimiento a la coproducción de conocimiento. Sin embargo, el déficit de colaboración existente parece asentarse en las limitaciones relacionadas con cómo llevar adelante esta cooperación, en la falta de especialización y en la necesidad de superar individualismos y solitarias identidades.

Uno de los primeros obstáculos a superar es el temor. El miedo a perder la identidad, la autonomía, el protagonismo, los contactos e influencias para cederlos al conjunto. En definitiva, superar la desconfianza.

Recordemos que cooperar significa actuar junto con otros para el logro de un objetivo común, en beneficio mutuo. No significa dejar de lado los objetivos individuales. Pero supone la convicción plena de que el rumbo marcado es el adecuado y la meta compartida.

Las alianzas, las asociaciones, la cooperación tienen una influencia directa en el crecimiento económico y en la generación de riqueza. Por ello, los clúster, o sea el conglomerado productivo en su traducción más fiel al castellano, promueven, en un territorio geográfico delimitado, sinergias entre instituciones y empresas para competir y colaborar. De ahí que se está acuñando una nueva expresión: la coo-petencia, compromiso entre cooperación y competencia.

Un nuevo término para un concepto antiguo. En los años 60, Billy Wilder, el maestro de la comedia, dirigió la película “Uno, dos, tres”, en la que se narra, en clave irónica las relaciones Este-Oeste en un momento de máxima tensión. Una parte esencial de la historia trata sobre el posible desembarco de Coca Cola al otro lado del Telón de Acero, en el bloque comunista y la consiguiente negociación. En la película se dan cita comunistas, capitalistas y antiguos fascistas. En definitiva, antiguos y nuevos enemigos acérrimos. Y, a pesar de todo, de un modo u otro, por unos u otros fines, colaboran y compiten. Simple y complejo a la vez. Como Billy Wilder.