Sicilia zapatos

Una primavera distópica. Hibernación. Incertidumbre. Solidaridad entre la ciudadanía y un espejo roto: el de la Unión Europea. Y el de la democracia. Se evaporan. ¿Dónde queda Europa? La esperanza de que este virus destructor hiciera aflorar lo mejor de todos para cambiar el mundo por uno más unido, solidario, sostenible se evade y vuelve a trazar con fuerza las fronteras nacionales. Poderoso caballero es don pánico… En este pequeño pedazo de planeta que es Europa unos guardan celosamente sus recursos para sí. No por previsión, sino por miedo. Por miedo a que se les tache de descuidar a sus propios conciudadanos en caso de necesidad. Por miedo al futuro desconocido. Por miedo a que los demás derrochen el bien ajeno, que es el suyo. No faltan recursos, pero están mal distribuidos. Si no se combate esta “economía de guerra” con medidas extraordinarias esta Unión pertenecerá al pasado.

El miedo destruye, jamás construye. Los que están al pie del cañón, los que no pierden la férrea voluntad de contribuir a parar esta catástrofe, los que crean, imaginan, acompañan, apoyan son los que crean unión.

Será otro orden mundial que nazca de esta pandemia. Cada cual tendrá que luchar contra una desigualdad creciente y contra un control extremo de la vida privada. Para poder ganar a este enemigo invisible y no sufrir totalitarismos, en los que solo se dejará sobrevivir a los considerados más válidos, tendremos que idear un nuevo tipo de sociedad.

No juguemos a ganar tiempo. No hay tiempo que perder. ¿Dónde queda Europa? ¿Y dónde queda la democracia en el mundo? La colaboración y responsabilidad entre personas, gobernantes, países?