Cataluña es la segunda comunidad española por lo que se refiere a producción de publicaciones científicas. España, por su parte se sitúa en octava posición. En cambio, ocupa el puesto número 35 en competitividad y, entre los 14 países que estudia la Unión Europea, ocupa el lugar número 12 en nivel de cooperación para la innovación.
La cooperación, la competencia, el talento y la confianza son variables que condicionan la innovación. Estas piezas se convierten en claves irrenunciables para el cambio de modelo productivo. Sin embargo, ello solamente se podrá logar si ponemos especial énfasis en fomentar la confianza en la empresa y en desarrollar la especialización de las organizaciones, clústers y parques científicos y tecnológicos para que cada uno pueda competir con una apuesta diferenciadora.
La cooperación es la antítesis de la competición; no obstante, la necesidad o deseo de competir con otros es un impulso muy común, que motiva en muchas ocasiones a los individuos a organizarse y cooperar para poder formar un conjunto más fuerte y competitivo.
Parece haber consenso en la necesidad de cooperar, porque se entiende que la confianza que se genera con las alianzas, además de ser una posibilidad de encuentro entre pares, se transforma en una llave de acceso a los recursos.
Se empieza a estar de acuerdo, también, en que es necesario pasar de un sistema de relaciones basado en la transferencia de conocimiento a la coproducción de conocimiento. Sin embargo, el déficit de colaboración existente parece asentarse en las limitaciones relacionadas con cómo llevar adelante esta cooperación, en la falta de especialización y en la necesidad de superar individualismos y solitarias identidades.
Uno de los primeros obstáculos a superar es el temor. El miedo a perder la identidad, la autonomía, el protagonismo, los contactos e influencias para cederlos al conjunto. En definitiva, superar la desconfianza.
Recordemos que cooperar significa actuar junto con otros para el logro de un objetivo común, en beneficio mutuo. No significa dejar de lado los objetivos individuales. Pero supone la convicción plena de que el rumbo marcado es el adecuado y la meta compartida.
Las alianzas, las asociaciones, la cooperación tienen una influencia directa en el crecimiento económico y en la generación de riqueza. Por ello, los clúster, o sea el conglomerado productivo en su traducción más fiel al castellano, promueven, en un territorio geográfico delimitado, sinergias entre instituciones y empresas para competir y colaborar. De ahí que se está acuñando una nueva expresión: la coo-petencia, compromiso entre cooperación y competencia.
Un nuevo término para un concepto antiguo. En los años 60, Billy Wilder, el maestro de la comedia, dirigió la película “Uno, dos, tres”, en la que se narra, en clave irónica las relaciones Este-Oeste en un momento de máxima tensión. Una parte esencial de la historia trata sobre el posible desembarco de Coca Cola al otro lado del Telón de Acero, en el bloque comunista y la consiguiente negociación. En la película se dan cita comunistas, capitalistas y antiguos fascistas. En definitiva, antiguos y nuevos enemigos acérrimos. Y, a pesar de todo, de un modo u otro, por unos u otros fines, colaboran y compiten. Simple y complejo a la vez. Como Billy Wilder.