Archivos para el mes de: noviembre, 2011

Cataluña es la segunda comunidad española por lo que se refiere a producción de publicaciones científicas. España, por su parte se sitúa en octava posición. En cambio, ocupa el puesto número 35 en competitividad y, entre los 14 países que estudia la Unión Europea, ocupa el lugar número 12 en nivel de cooperación para la innovación.

La cooperación, la competencia, el talento y la confianza son variables que condicionan la innovación. Estas piezas se convierten en claves irrenunciables para el cambio de modelo productivo. Sin embargo, ello solamente se podrá logar si ponemos especial énfasis en fomentar la confianza en la empresa y en desarrollar la especialización de las organizaciones, clústers y parques científicos y tecnológicos para que cada uno pueda competir con una apuesta diferenciadora.

La cooperación es la antítesis de la competición; no obstante, la necesidad o deseo de competir con otros es un impulso muy común, que motiva en muchas ocasiones a los individuos a organizarse y cooperar para poder formar un conjunto más fuerte y competitivo.

Parece haber consenso en la necesidad de cooperar, porque se entiende que la confianza que se genera con las alianzas, además de ser una posibilidad de encuentro entre pares, se transforma en una llave de acceso a los recursos.

Se empieza a estar de acuerdo, también, en que es necesario pasar de un sistema de relaciones basado en la transferencia de conocimiento a la coproducción de conocimiento. Sin embargo, el déficit de colaboración existente parece asentarse en las limitaciones relacionadas con cómo llevar adelante esta cooperación, en la falta de especialización y en la necesidad de superar individualismos y solitarias identidades.

Uno de los primeros obstáculos a superar es el temor. El miedo a perder la identidad, la autonomía, el protagonismo, los contactos e influencias para cederlos al conjunto. En definitiva, superar la desconfianza.

Recordemos que cooperar significa actuar junto con otros para el logro de un objetivo común, en beneficio mutuo. No significa dejar de lado los objetivos individuales. Pero supone la convicción plena de que el rumbo marcado es el adecuado y la meta compartida.

Las alianzas, las asociaciones, la cooperación tienen una influencia directa en el crecimiento económico y en la generación de riqueza. Por ello, los clúster, o sea el conglomerado productivo en su traducción más fiel al castellano, promueven, en un territorio geográfico delimitado, sinergias entre instituciones y empresas para competir y colaborar. De ahí que se está acuñando una nueva expresión: la coo-petencia, compromiso entre cooperación y competencia.

Un nuevo término para un concepto antiguo. En los años 60, Billy Wilder, el maestro de la comedia, dirigió la película “Uno, dos, tres”, en la que se narra, en clave irónica las relaciones Este-Oeste en un momento de máxima tensión. Una parte esencial de la historia trata sobre el posible desembarco de Coca Cola al otro lado del Telón de Acero, en el bloque comunista y la consiguiente negociación. En la película se dan cita comunistas, capitalistas y antiguos fascistas. En definitiva, antiguos y nuevos enemigos acérrimos. Y, a pesar de todo, de un modo u otro, por unos u otros fines, colaboran y compiten. Simple y complejo a la vez. Como Billy Wilder.

15/03/2011

Estamos asistiendo estos meses a una revolución panarábica, caracterizada por una desislamización incipiente y por una sintonía entre la ciudadanía de todos los países árabes, en una especie de panarabismo aglutinado por la abominación de las dictaduras. Una revolución que se extiende gracias a la irrupción masiva de la cultura globalizada de las redes sociales, una revolución protagonizada mayoritariamente por gente joven, con ansias de libertad y aspiraciones democráticas.

Las revoluciones estallan cuando los ciudadanos se convierten en protagonistas, cuando existe una gran masa crítica contra un sistema agotado.

En el Viejo Continente también asistimos  a un descontento cada vez mayor hacia un sistema agotado: el modelo productivo sustentado en sectores poco competitivos y con escaso valor añadido. Un modelo que debería ser cambiado por el de la economía sostenible basada en el conocimiento y alcanzada a través de una reforma educativa en profundidad, por una reforma laboral racional, por inversión en investigación, telecomunicaciones e infraestructura energética.

En el ámbito de la ciencia hemos asistido a diversas revoluciones, desde la revolución copernicana a la revolución cuántica.

La ciencia es un campo revolucionario por excelencia porque está basada en cambios abruptos y no en una evolución continua. Y puede que sean nuevamente la ciencia y los científicos los promotores del cambio hacia un modelo de innovación y de economía sostenible. El avance de la ciencia está intrínsecamente unido a la economía de un país. Louis Pasteur fue quizás el primer científico innovador, porque buscaba continuamente la aplicabilidad de sus hallazgos, reportando beneficios incalculables a la sociedad. A Pasteur le tocó vivir el tránsito del siglo XIX, la época de la Revolución Industrial que, junto con grandes avances económicos y científicos, conllevó también enormes sacrificios sociales. La labor de Pasteur siempre estaba orientada a acercar la investigación a las necesidades de la industria y a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Abordaba un campo concreto de estudio a raíz de un inconveniente real, práctico, planteado por la industria. Su actividad intervenía en procesos industriales, médicos y farmacológicos, influyendo en la producción de vino y la fabricación de cerveza a gran escala. Asimismo contribuyó a la detección de enfermedades contagiosas y a la mejora de las intervenciones quirúrgicas. La vacuna contra la rabia es quizás una de sus aportaciones más conocidas.

Vincular la investigación a su aplicación, provocar el encuentro entre avances científico-técnicos y empresas es el camino para cambiar el patrón de crecimiento e implantar un modelo de economía sostenible.

Nuevamente, la ciencia puede desencadenar una revolución, siempre y cuando se sigan algunas pautas básicas para llegar al modelo de economía sostenible Éstas podrían ser, impulsar la transferencia de tecnología del sector público al privado, llevar a cabo unas reformas educativas y laborales y reorientar la inversión privada profesional hacia el sostenimiento de este modelo.

En resumen, la revolución en el mundo occidental debería venir de la mano  de la economía del conocimiento, sobre todo de la transferencia del  conocimiento.

De todos modos, para que Europa pueda liderar esta revolución latente, todavía falta masa crítica. Falta valentía, entusiasmo y decisión para innovar. Y también algo de locura necesaria para ser emprendedor.

Las revoluciones ocurren cuando las expectativas de la población no se cumplen, cuando la ‘burbuja’ de expectativas pincha, tal como insiste William Zartman, titular de la cátedra Jacob Blaustein de Organizaciones Internacionales y Resolución de Conflictos.

En el viejo continente, todavía no ha pinchado la burbuja, todavía no ha saltado la chispa detonante. Pero, quién sabe, quizás sea el detonante de la revolución de occidente una idea innovadora que, “es una plataforma de salto, no un aterrizaje perfecto; es una provocación a conversar, no una respuesta definitiva, es un disparo de partida, no una línea de meta”, tal como se expuso en Davos, en el World Economic Forum. Las revoluciones van de la mano de la innovación y como esta última, se conoce el origen, pero no el desenlace.

Señalan técnicos y expertos que la necesidad es la progenitora de la invención y, por tanto, de los adelantos tecnológicos.

Necesidades no satisfechas promueven la innovación, activan la evolución, provocan nuevos cambios. Pero la necesidad y la innovación van ligadas al elemento inesperado, de sorpresa: el azar.

El azar se había asociado siempre con caos y desorden y había sido considerado como un agente nocivo que disminuye la eficacia de cualquier sistema. Sin embargo, esta concepción ha cambiado drásticamente en los últimos veinte años. Se ha demostrado que el azar puede mejorar la eficacia de nuestra percepción, crear orden. En la física, el azar no deja de dar sorpresas, pero se extiende más allá de la propia física, alcanzando campos tan diversos como la biología molecular, la teoría de la evolución, la economía o la sociología.

Jacques Monod, pionero de la biología molecular y premio Nobel por sus descubrimientos relativos al control genético de las enzimas y la síntesis de los virus, encabezó su famoso libro “El azar y la necesidad” con una frase de Democrito: “Todo lo que existe en el mundo es fruto del azar y de la necesidad”. La obra de Monod revolucionó la cultura en el año 1971 y desde entonces se ha discutido mucho sobre el fenómeno del azar, que parece chocar con los modelos científicos, pero que entra en juego en los propios sistemas de nuestra razón y nuestra manera de adquirir, procesar y generar conocimiento.

El azar está presente prácticamente en todos los ámbitos de la naturaleza: cualquier célula y sus componentes se tienen que desenvolver en un entorno permanentemente agitado. Se ha comprobado que en aproximadamente 1/5 parte de los descubrimientos del siglo XX ha intervenido la casualidad, lo imprevisto, y se ha encontrado aquello que no se buscaba. Por ejemplo, la Viagra es el resultado de una investigación destinada a regular la hipertensión y la Penicilina fue fruto de un descuido. Alexander Fleming, que investigaba sobre la gripe, dejó unos cultivos al aire libre, por lo que se contaminaron y se cubrieron de moho, descubriéndose que el hongo contaminante era capaz de inhibir el crecimiento de la bacteria.

El núcleo del trabajo investigador de Monod, su pensamiento, se resume en que “el azar está en el origen de toda novedad, de toda creación en la biosfera”. Por tanto, “todo fenómeno, todo acontecimiento, todo conocimiento implica interacciones. El cambio es la fuente de toda novedad, de todas las creaciones en el mundo.”

Azar y necesidad. Si no interviene el azar, la innovación es menos probable.

La posibilidad de descubrir gracias al azar se ha de vincular al encuentro entre gente diversa, profesionales de campos diversos. Para innovar es necesario mantener una interacción fluida con el entorno. El azar y la incertidumbre se convierten así en fuentes de posibilidades.

Por ello, el modelo de organización más innovador son los cluster en general, y los biocluster en particular. Organizaciones de nuevos sistemas económicos que, como Biopol’H, actúan como motor entre la realidad y las aspiraciones.

Hace 100 años Marie Curie – Marja Sklodowska – fue distinguida con el Premio Nobel en Química. Fue la primera mujer en obtener el más prestigioso galardón y es la única persona poseedora de dos Premios Nobel. En 1903 le concedieron el de Física por su codescubrimiento de los fenómenos de radiación, y el segundo, en 1911, de Química, por su descubrimiento del radio y polonio y por el aislamiento y el estudio de la naturaleza y compuestos del radio. En su honor, la Asamblea General de Naciones Unidas ha declarado 2011 el Año Internacional de la Química. Poco se ha hablado, sin embargo que, aprovechando el valor simbólico de la figura de Marie Curie, 2011 también ha sido elegido el Año Internacional de las Mujeres Científicas. Se corre el riesgo de que esta celebración del aporte de las mujeres a la ciencia pase desapercibido contribuyendo así, una vez más, a la histórica infravaloración de sus aportaciones. Una infravaloración acompañada de barreras que han dificultado  – sino directamente impedido – su acceso a la investigación científica.

Hoy en día, aunque el acceso a la formación universitaria mantiene porcentajes análogos de mujeres y de hombres, la presencia femenina empieza a disminuir a partir de la fase postdoctoral. Y pese a no existir diferencias, cuantitativas ni cualitativas, en la producción científica de mujeres y hombres con igual nivel profesional, las hay en el acceso de unas y otros a puestos de mayor remuneración y reconocimiento.

Las mujeres representan sólo el 30% del personal investigador europeo y sólo el 18% del profesorado universitario a tiempo completo, según la última edición de “She Figures 2009”, un estudio que analiza las desigualdades de género en la ciencia publicado cada tres años por la Comisión Europea y el Grupo de Helsinki sobre mujeres y ciencia. En el informe se constata, entre otros, que aunque el número de mujeres investigadoras  está creciendo más rápidamente que el de hombres, la subrepresentación de las mujeres en las carreras científicas sigue siendo un dato preocupante. “El desequilibrio entre los sexos en la ciencia es un desperdicio de oportunidades y talento que Europa no puede permitirse”, alegó el ex comisario europeo de Ciencia e Investigación y actual comisario de Medioambiente, Janez Potocnik. Otras cifras de este estudio también ponen  de manifiesto grandes diferencias en los puestos científicos de mayor responsabilidad en cuanto a la presencia de la mujer en el sector público y en el privado. Mientras que en el sector gubernamental suponen un 39%, en el sector empresarial son sólo el 19%. En España, según datos del Ministerio de Ciencia e Innovación, la proporción de mujeres científicas es del 37%, y los escalones más altos de la carrera investigadora están ocupados por un 23% de mujeres en el Consejo superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

La empresa privada penaliza a las madres trabajadoras, cuestionando su dedicación al trabajo y excluyéndolas de proyectos importantes. En caso de las mujeres científicas con puestos de responsabilidad, el problema aumenta porque su trabajo científico absorbente de por sí se ve incrementado por la necesidad de tener que buscar ayudas de financiación para los proyectos. Aurora Pujol, investigadora del IDIBELL, centro de investigación del espacio Biopol’H, lo exponía con claridad: “Hay menos mujeres en los cargos de alta dirección (sólo un 10%), porque es un trabajo durísimo que exige dedicación completa, por lo que es muy difícil la conciliación familiar, sobre todo en España. Incluso es difícil mantener una relación estable, porque tu pareja ha de entender que la investigación es más que un trabajo, es una vocación.”

El liderazgo femenino ha sido y sigue siendo debatido desde muchos sectores. Aunque la mujer tenga mejor formación académica que los hombres, se considera que cuando una mujer triunfa es porque se favorece de forma especial a las mujeres. En el camino hacia la igualdad de oportunidades hay que derribar muros y construir puentes, dar oportunidad a un liderazgo creativo, promover nuevos estilos que en muchas ocasiones pueden provenir de las mujeres. Como muestra un botón: en 1950, Marion Donovan creó el primer pañal desechable, un invento que las empresas desestimaron por considerar que los costes de producción eran demasiado elevados, de manera que procedió a hacerlos ella misma. Algunos años más tarde vendió su empresa por 1 millón de dólares.

Otro ejemplo de entre muchos es Ada Loveplace, la primera programadora de ordenadores, que pronosticó la capacidad de un ordenador para realizar algo más que calcular números.

El programa FEM Talent pretende aportar su granito de arena para contribuir, desde Cataluña, a fomentar la igualdad de oportunidades y a promocionar a las mujeres en el ámbito científico y empresarial. Puesto en marcha y coordinado por la XPCAT (Red de Parques Científicos de Cataluña), Biopol’H participa en este programa como “antena” con el objetivo de eliminar el llamado “techo de cristal” y de visibilizar el talento femenino.

El científico alemán, Werner Heisenberg, formuló en 1926 el famoso principio de incertidumbre. Dicha teoría postula que para poder predecir la posición y la velocidad futuras de una partícula, hay que ser capaz de medir con precisión su posición y velocidad actuales.

En los tiempos presentes destaca una constante: la incertidumbre. La globalización de los intercambios y la competencia, la puesta en redes mundiales de la información, el derrumbe de las grandes ideologías estructurales, la aceleración de los fenómenos migratorios, el debilitamiento de numerosos referentes morales han hecho crecer en muy poco tiempo el grado de complejidad y de incertidumbre de nuestras sociedades. Pensar en nuestro tiempo es pensar en el cambio de modelo cultural, en nuevos paradigmas, como los postulados de la complejidad, la Teoría del Caos y la Dinámica de sistemas, una metodología que permite la creación de modelos de simulación cuyos elementos están relacionados formando bucles de realimentación o feedbacks.

La concepción de un mundo estático y objetivo se derrumbó en las postrimerías del siglo XX. Tal como se derrumbó en 1900 el modelo determinista del marqués de Laplace, que sugirió la existencia de un conjunto de leyes científicas que nos permitirían predecir todo lo que sucediera en el universo, el contexto de alta inestabilidad actual ha significado la liquidación definitiva del modelo determinista y, por ende, el modelo mecánico de Newton. El físico del siglo XVII definió “el mundo como el mecanismo perfecto de un reloj”. Newton desarrolló un modelo que le permitió a la humanidad interpretar “la realidad”, otorgándole previsibilidad y objetividad. La Física, la Economía, la Antropología, la Sociología y hasta la Psicología contemporánea desarrollaron sus teorías basadas en este modelo. Hoy, la incertidumbre nos obliga a diseñar un nuevo modelo de producción y de interconexión basado en identidad, información y relación. Hoy, la ciencia y la tecnología modernas se basan en la teoría cuántica, derivada del principio de incertidumbre y que defiende la dualidad entre ondas y partículas. No hay nada previsible, nada es absoluto. Sólo la combinación de elementos nos señala un cierto número de resultados posibles.

Dice el teorema de incertidumbre que para poder predecir la posición futura hay que ser capaz de medir con precisión la posición actual. Sin embargo, la medición misma causa una alteración que imposibilita determinar la velocidad y la posición a la vez. Por lo tanto, cualquier búsqueda de solución tiene que pasar por la consideración de una realidad compleja.

La situación actual de Biopol’H viene marcada por la acumulación de recursos asistenciales, que lo convierten en una de las principales plataformas de innovación sanitaria y en biomedicina de Cataluña. Partiendo de esta definición del presente, la misión de Biopol’H es trabajar para construir un espacio conceptual y territorial que favorezca la creación, transferencia y divulgación de nuevos conocimientos en biomedicina y Ciencias de la Salud. Ello ha de generar sinergias entre los ámbitos asistenciales, científicos, formativos y empresariales.

Para conseguir crear este nuevo entorno, donde empresas, emprendedores e investigadores puedan poner en marcha de forma fácil y eficiente nuevos proyectos orientados al mercado, debemos aprender a gestionar la incertidumbre.

Como la dualidad de ondas y partículas, que intercambian su comportamiento evitando así la predicción futura, la incertidumbre nos lleva a adaptarnos a entornos y circunstancias cambiantes, a ser creativos para poder encarar lo impredecible y explorar nuevas vías insospechadas.

O como plantea el científico norteamericano Richard Feynman: la visualización de la dualidad onda-partícula nos lleva a la suma de historias posibles. La partícula se supone que no sigue una única historia o camino en el espacio-tiempo, sino que va de un punto a otro a través de todos los caminos posibles.

La incertidumbre, en definitiva, nos lleva a sumar esfuerzos, a la interacción, a crear un espíritu de equipo. E pluribus unum. A partir de muchos, uno.